viernes, 14 de agosto de 2009

Historia De Amor Sobre Edredon De Plumas

El dos de mayo se moría de ganas de verla. Estuvo nervioso todo el día, porque ya no estaba en control de sus decisiones, era algo que simplemente se iba a dar. No por puro capricho, sino por deseo a apuntar a un mañana más bonito. Era una mañana con sabor a canela y clavo. Y llego la noche, adornada de valentía, emoción y una cierta angustia. Estaba decidido a no decidir, sino a dejarse llevar por lo que salía de su boca. Finalmente, salió. Lo dijo:

- Oye, bonita, ¿Quieres estar conmigo?

Y ella, completamente sonrojada pero nada sorprendida le responde luego de una larga pausa lo único que era posible cuando dos personas se encuentran en el momento indicado:

- Si.

Y los ojos se decían lo que muchas veces las bocas no pueden pronunciar, tanto por incomodidad como por inseguridad, pero con una ternura que solo conocen los que alguna vez han dado un beso en la frente:

- Te quiero. Te quiero mucho.

No era una simple alegría. No era una noche cualquiera. La película no importó, los cigarros no se prendieron. Se dedicaron a hacer lo que hace la gente contenta. Se dedicaron a sonreír.

Pasó algo de tiempo y le dejo una nota a su enamorada el dos de julio:
“Gracias por estos sesenta días, que han pasado tan rápido que parecen seis, para mi valen como si fueran cien y espero que duren mil. Gracias por haber apostado por algo mejor. Gracias por hacerme la mejor persona que puedo ser”


No lo podía negar, menos aun decidir. Estas cosas no se deciden. El chico estaba enamorado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario